lunes, 29 de diciembre de 2008

¿Qué nombre le pondrías a tu calle?

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En su libro de memorias -editado en español con el título de Mi vida- la escritora estadounidense Joyce Maynard cuenta que vivía junto a su familia en una casa en las afueras de Hillsboro, una pequeña ciudad en el estado de New Hampshire, EE.UU. Un día un topógrafo golpeó la puerta de su casa.

-Estamos haciendo los nuevos mapas de la ciudad -dijo el hombre-. Como usted y su familia son los únicos que viven en esta carretera, le dejamos escoger el nombre que quiere que le pongamos.

Por supuesto, la pregunta la tomó por sorpresa. Luego discutió el asunto con su familia.

-Imagínense -les dijo a su esposo y sus tres hijos-, de ahora en adelante todos los mapas de Hillsboro llevarán impreso el nombre que nosotros elijamos y será el que le dará todo el mundo.

Su hijo menor, de cinco años, propone llamarle Camino Ciego. Su otro hijo, un año mayor, dice que le pongan Camino Feliz. La hija, unos años más grande, sugiere Quinta Avenida. El marido de Joyce opina que el mejor nombre para la calle es su propio apellido.

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¿Qué nombre le pondrías a tu calle, si pudieras elegirlo? Yo no tengo una respuesta que me convenza del todo. Mi casa de Florencio Varela está en la calle Lieja, una ciudad belga, y la casa donde vivo en Madrid está en la calle de Sor María de Ágreda, una monja soriana del siglo XVII. Ninguno de ambos nombres está demasiado bueno, en particular el segundo.

Hay nombres de calles que son geniales. Por ejemplo, en Madrid está el Paseo de los Melancólicos. Me encantaría vivir en el Paseo de los Melancólicos.

Y también sería fabuloso vivir en la calle del Desengaño.

Aunque estos nombres parezcan muy raros, los hay mucho más. Por ejemplo, en la misma Madrid hay una calle llamada Mira el Sol y otra llamada Mira el Río Baja.

En Claypole, partido de Almirante Brown, hay un barrio donde todas las calles tienen nombres de flores. Un compañero mío de la secundaría vivía en la calle Rosa. Durante mucho tiempo pensé que la calle era Rosas, por don Juan Manuel, pero no, era en singular y por la flor que Sandro cantó. Aquí pueden ver esa zona (no deja de ser gracioso que por allí cerca esté la calle Venancio Flores):


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Qué lindo debe ser vivir sobre la calle Nomeolvides.

Dolina suele hablar de que en la Argentina tenemos la tendencia a ponerles a las calles, a las plazas, a los pueblos, a todo, nombres de personas. Y siempre de las mismas personas. Así, todo se llama más o menos igual en todas partes. ¿Cuántas plazas San Martín hay todo el país? ¿Cuántas avenidas Perón hay en el Conurbano?

En Puerto Madero las calles tienen nombre de mujer, en el centro de Mar del Plata todas las provincias argentinas tienen su calle... Pero me parece que lo más original de todo es lo que pasa en un barrio de Zaragoza, donde las calles tienen nombres de película. Literalmente. Allí uno puede vivir sobre la avenida Casablanca o sobre las calles de Los Pájaros, Desayuno con Diamantes y El Tambor de Hojalata. Aquí también Google viene a darnos una mano:


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La anécdota de Joyce Maynard tiene un final bastante triste. Como un episodio más de la debacle de su matrimonio, el marido terminó imprimiéndole sin consultarla su apellido a la calle. Pero vale el ejercicio:

¿Qué nombre le pondrías a tu calle, si pudieras elegirlo?

martes, 16 de diciembre de 2008

Estoy pensando en una invasión...

...y lo repito a quien me escuche, pero eso ya no me importa,
si tengo una buena torta soy feliz
(Andrés Calamaro)


Por medio de este comunicado, el blog Teoría del Chancho se adjudica oficialmente la autoría intelectual de la invasión de la que da cuenta este artículo, como parte de su plan de operaciones para apropiarse del mundo y sus alrededores.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Demoras de 25 minutos

UNO. Siempre me generó mucha intriga saber qué significan exactamente los avisos de demoras en las líneas ferroviarias. Nadie me lo ha podido dilucidar hasta ahora.

Quiero decir: si un tren viene demorado una cierta cantidad de tiempo, digamos 10 minutos, entiendo que si tenía que pasar a una cierta hora, digamos las 12.00, pasará a las 12.10. Ahora bien, ¿qué pasa si la frecuencia de trenes es de uno cada 20 minutos y se anuncia que el tren viene 20 minutos retrasado? Había pasado uno a las 11.40 y el siguiente, 20 minutos demorado, pasará 12.20. El tren que llega 12.20, ¿es el tren de las 12.00 que llega demorado o es el de las 12.20 que llega puntual?

Se podrá responder, por supuesto, que eso dependerá de los trenes que vengan después. Si entre las 12.21 y las 12.40 pasan dos trenes, es claro que el que pasó 12.20 era el de las 12.00, que el de las 12.20 pasó también con alguna demora -quizá obligada por el retraso de su predecesor- y que el de 12.40 ya le devolvió la rectitud al cronograma. Si, en cambio, luego de las 12.20 el primer tren que pasa es el de las 12.40, claramente el de las 12.20 era nomás el de las 12.20, y el de las 12.00 no estaba retrasado sino anulado.

DOS. En este último caso, también podría considerarse que el de las 12.00 no se anuló sino que pasó 12.20, que el de las 12.20 pasó a las 12.40, que el de las 12.40 pasó para las 13.00, y así ad infinitum, ya que el primer tren del día siguiente en realidad no lo sería, sino que sería el último del día anterior que salió demorado. Si lo tomáramos de esta forma, el desfasaje sería tal que ahora estaríamos viajando en servicios de más o menos la década del 80.

En fin, lo peor de todo es que generalmente de todo esto el viajero que debía tomarse el de las 12.00 y que terminó viajando a las 12.20 nunca se entera.

TRES. De cualquier manera digamos que hasta ahí la cosa está más o menos clara. La cuestión se complejiza cuando las demoras anunciadas son superiores a la frecuencia entre tren y tren.

¿Qué pasa si -tomando como base el mismo ejemplo anterior- se nos informa de que el tren viene con 25 minutos de retraso? En principio, uno podría suponer que el tren de las 12.00 pasará a las 12.25. Pero si se nos habló sólo del tren de las 12.00, no tendríamos por qué inferir que también está retrasado el tren de las 12.20. O sea, que tendríamos un tren a las 12.20 (puntual) y otro a las 12.25 (el de las 12.00, con 25 minutos de retraso).

Sabemos que la cuestión no funciona así, y que si un tren viene con 25 minutos de retraso, el siguiente también vendrá retrasado. Poco o mucho, pero lo cierto es que no será puntual.

CUATRO. Pero el problema mayor, el asunto que para mí no tiene solución, es cuando se habla (como lo hace el artículo que ilustra este post) de "retrasos de 25 minutos". Así, en plural: RETRASOS. Si todos los trenes vienen retrasados 25 minutos, quiere decir que se mantiene la frecuencia: el de las 12.00 pasará 12.25, el de las 12.20 estará en la estación 12.45, el de las 12.40 llegará a las 13.05. El problema lo tendrían los viajeros que pensaban abordar el primer tren que se retrasó y, luego, los que dependen demasiado estrechamente de un horario y que llegarán no más de cuarto de hora tarde. No es el caso de la mayoría de los usuarios del ferrocarril.

¿O es que los retrasos de 25 minutos indican que la frecuencia, es decir, el lapso entre tren y tren, aumenta en 25 minutos? En tal caso, el de las 12.00 pasará 12.25, y el siguiente pasará a las 13.10, y el siguiente a las 13.55... Mi experiencia me hace dudar mucho de que sea esto lo que se quiere expresar.

¿O es que los 25 minutos no son demoras sino directamente frecuencias? En este caso, el de las 12.00 llegaría a las 12.05, el siguiente a las 12.30, el siguiente 12.55, y así. Si así fuera -más allá de los problemas para darse a entender de los medios de comunicación- el problema no sería tan grave, porque, como en un ejemplo anterior, no podríamos llegar más de quince minutos tarde. Lamentablemente, la experiencia señala que tampoco es esto lo que sucede.

¿O es que las demoras de 25 minutos no se refieren a la llegada del tren sino al viaje en sí mismo? Es decir, que el tiempo total desde la partida del tren hasta su llegada a destino se vea incrementado en 25 minutos. Esta es la más complicada de las opciones. ¿Cómo saber dónde se demora el tren? ¿Sólo en un tramo o en todo su recorrido? ¿Cuánto afecta al viajero que se toma el tren por unas pocas estaciones? ¿Cuánto depende del tiempo total del viaje (no sería lo mismo tomarse el tren de Constitución a La Plata que el "vía circuito")?

CINCO. Y así suelo quedarme, naufragando en un mar de dudas del que no me puedo rescatar, mientras miro el reloj y calculo con cuánta demora llegaré a mis destino, con -si tengo suerte- mi trasero apoyado en las indiferentes chapas azules de los asientos de los trenes del Roca.