viernes, 23 de enero de 2009

El mago sin magia


¡Abracadabra!
De pequeña he disfrutado de espectáculos infantiles de magia, visitas al Circo y paseos tradicionales que comprenderán los de mi generación. Con el correr de los tiempos y la “modernización” se han propuesto shows como el ilusionismo de David Copperfield, y sus derivados.
Cuando uno es niño cree que la magia existe, es decir, que aquel acto o habilidad en poder transformar una calabaza en carroza es real, que la capacidad para desaparecer a una persona y/u objeto es tal, y que las “varitas” poseen dones especiales: “mágicos”.

Ésta como tantas otras ficciones infantiles cae. Ya de adultos somos concientes que los shows de magia no son más que un conjunto “trucos”, actos con detalles secretos y solapados para crear y hacer creer una determinada ficción. Claro está que según la calidad del espectáculo uno podrá considerar tal hecho como verosímil o no, pero de antemano afrontamos el show como un show.

Entre amigos suelo discutir acerca de lo que cada uno aprecia en un espectáculo de éste tipo. Hay quienes prefieren tratar de descubrir cual es el secreto, el truco o una eventual “falla” en el acto; y otros que solo se disponen a apreciar el show sin fisuras y hasta con la leve ilusión de que la “magia” se ha colado por unos instantes.

Particularmente, y a sabiendas de la realidad, me inclino por la opción de no buscar o intentar descubrir el truco ¿Para qué? ¿Qué lograría?
Prefiero dejarme llevar, creer aunque sea por un ratito (como cuando era niña) que por arte de magia el sapo se convierte en príncipe.
Total ya sabemos todos que esto jamás podría existir... ¿o no?


lunes, 29 de diciembre de 2008

¿Qué nombre le pondrías a tu calle?

1

En su libro de memorias -editado en español con el título de Mi vida- la escritora estadounidense Joyce Maynard cuenta que vivía junto a su familia en una casa en las afueras de Hillsboro, una pequeña ciudad en el estado de New Hampshire, EE.UU. Un día un topógrafo golpeó la puerta de su casa.

-Estamos haciendo los nuevos mapas de la ciudad -dijo el hombre-. Como usted y su familia son los únicos que viven en esta carretera, le dejamos escoger el nombre que quiere que le pongamos.

Por supuesto, la pregunta la tomó por sorpresa. Luego discutió el asunto con su familia.

-Imagínense -les dijo a su esposo y sus tres hijos-, de ahora en adelante todos los mapas de Hillsboro llevarán impreso el nombre que nosotros elijamos y será el que le dará todo el mundo.

Su hijo menor, de cinco años, propone llamarle Camino Ciego. Su otro hijo, un año mayor, dice que le pongan Camino Feliz. La hija, unos años más grande, sugiere Quinta Avenida. El marido de Joyce opina que el mejor nombre para la calle es su propio apellido.

2

¿Qué nombre le pondrías a tu calle, si pudieras elegirlo? Yo no tengo una respuesta que me convenza del todo. Mi casa de Florencio Varela está en la calle Lieja, una ciudad belga, y la casa donde vivo en Madrid está en la calle de Sor María de Ágreda, una monja soriana del siglo XVII. Ninguno de ambos nombres está demasiado bueno, en particular el segundo.

Hay nombres de calles que son geniales. Por ejemplo, en Madrid está el Paseo de los Melancólicos. Me encantaría vivir en el Paseo de los Melancólicos.

Y también sería fabuloso vivir en la calle del Desengaño.

Aunque estos nombres parezcan muy raros, los hay mucho más. Por ejemplo, en la misma Madrid hay una calle llamada Mira el Sol y otra llamada Mira el Río Baja.

En Claypole, partido de Almirante Brown, hay un barrio donde todas las calles tienen nombres de flores. Un compañero mío de la secundaría vivía en la calle Rosa. Durante mucho tiempo pensé que la calle era Rosas, por don Juan Manuel, pero no, era en singular y por la flor que Sandro cantó. Aquí pueden ver esa zona (no deja de ser gracioso que por allí cerca esté la calle Venancio Flores):


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Qué lindo debe ser vivir sobre la calle Nomeolvides.

Dolina suele hablar de que en la Argentina tenemos la tendencia a ponerles a las calles, a las plazas, a los pueblos, a todo, nombres de personas. Y siempre de las mismas personas. Así, todo se llama más o menos igual en todas partes. ¿Cuántas plazas San Martín hay todo el país? ¿Cuántas avenidas Perón hay en el Conurbano?

En Puerto Madero las calles tienen nombre de mujer, en el centro de Mar del Plata todas las provincias argentinas tienen su calle... Pero me parece que lo más original de todo es lo que pasa en un barrio de Zaragoza, donde las calles tienen nombres de película. Literalmente. Allí uno puede vivir sobre la avenida Casablanca o sobre las calles de Los Pájaros, Desayuno con Diamantes y El Tambor de Hojalata. Aquí también Google viene a darnos una mano:


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3

La anécdota de Joyce Maynard tiene un final bastante triste. Como un episodio más de la debacle de su matrimonio, el marido terminó imprimiéndole sin consultarla su apellido a la calle. Pero vale el ejercicio:

¿Qué nombre le pondrías a tu calle, si pudieras elegirlo?

martes, 16 de diciembre de 2008

Estoy pensando en una invasión...

...y lo repito a quien me escuche, pero eso ya no me importa,
si tengo una buena torta soy feliz
(Andrés Calamaro)


Por medio de este comunicado, el blog Teoría del Chancho se adjudica oficialmente la autoría intelectual de la invasión de la que da cuenta este artículo, como parte de su plan de operaciones para apropiarse del mundo y sus alrededores.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Demoras de 25 minutos

UNO. Siempre me generó mucha intriga saber qué significan exactamente los avisos de demoras en las líneas ferroviarias. Nadie me lo ha podido dilucidar hasta ahora.

Quiero decir: si un tren viene demorado una cierta cantidad de tiempo, digamos 10 minutos, entiendo que si tenía que pasar a una cierta hora, digamos las 12.00, pasará a las 12.10. Ahora bien, ¿qué pasa si la frecuencia de trenes es de uno cada 20 minutos y se anuncia que el tren viene 20 minutos retrasado? Había pasado uno a las 11.40 y el siguiente, 20 minutos demorado, pasará 12.20. El tren que llega 12.20, ¿es el tren de las 12.00 que llega demorado o es el de las 12.20 que llega puntual?

Se podrá responder, por supuesto, que eso dependerá de los trenes que vengan después. Si entre las 12.21 y las 12.40 pasan dos trenes, es claro que el que pasó 12.20 era el de las 12.00, que el de las 12.20 pasó también con alguna demora -quizá obligada por el retraso de su predecesor- y que el de 12.40 ya le devolvió la rectitud al cronograma. Si, en cambio, luego de las 12.20 el primer tren que pasa es el de las 12.40, claramente el de las 12.20 era nomás el de las 12.20, y el de las 12.00 no estaba retrasado sino anulado.

DOS. En este último caso, también podría considerarse que el de las 12.00 no se anuló sino que pasó 12.20, que el de las 12.20 pasó a las 12.40, que el de las 12.40 pasó para las 13.00, y así ad infinitum, ya que el primer tren del día siguiente en realidad no lo sería, sino que sería el último del día anterior que salió demorado. Si lo tomáramos de esta forma, el desfasaje sería tal que ahora estaríamos viajando en servicios de más o menos la década del 80.

En fin, lo peor de todo es que generalmente de todo esto el viajero que debía tomarse el de las 12.00 y que terminó viajando a las 12.20 nunca se entera.

TRES. De cualquier manera digamos que hasta ahí la cosa está más o menos clara. La cuestión se complejiza cuando las demoras anunciadas son superiores a la frecuencia entre tren y tren.

¿Qué pasa si -tomando como base el mismo ejemplo anterior- se nos informa de que el tren viene con 25 minutos de retraso? En principio, uno podría suponer que el tren de las 12.00 pasará a las 12.25. Pero si se nos habló sólo del tren de las 12.00, no tendríamos por qué inferir que también está retrasado el tren de las 12.20. O sea, que tendríamos un tren a las 12.20 (puntual) y otro a las 12.25 (el de las 12.00, con 25 minutos de retraso).

Sabemos que la cuestión no funciona así, y que si un tren viene con 25 minutos de retraso, el siguiente también vendrá retrasado. Poco o mucho, pero lo cierto es que no será puntual.

CUATRO. Pero el problema mayor, el asunto que para mí no tiene solución, es cuando se habla (como lo hace el artículo que ilustra este post) de "retrasos de 25 minutos". Así, en plural: RETRASOS. Si todos los trenes vienen retrasados 25 minutos, quiere decir que se mantiene la frecuencia: el de las 12.00 pasará 12.25, el de las 12.20 estará en la estación 12.45, el de las 12.40 llegará a las 13.05. El problema lo tendrían los viajeros que pensaban abordar el primer tren que se retrasó y, luego, los que dependen demasiado estrechamente de un horario y que llegarán no más de cuarto de hora tarde. No es el caso de la mayoría de los usuarios del ferrocarril.

¿O es que los retrasos de 25 minutos indican que la frecuencia, es decir, el lapso entre tren y tren, aumenta en 25 minutos? En tal caso, el de las 12.00 pasará 12.25, y el siguiente pasará a las 13.10, y el siguiente a las 13.55... Mi experiencia me hace dudar mucho de que sea esto lo que se quiere expresar.

¿O es que los 25 minutos no son demoras sino directamente frecuencias? En este caso, el de las 12.00 llegaría a las 12.05, el siguiente a las 12.30, el siguiente 12.55, y así. Si así fuera -más allá de los problemas para darse a entender de los medios de comunicación- el problema no sería tan grave, porque, como en un ejemplo anterior, no podríamos llegar más de quince minutos tarde. Lamentablemente, la experiencia señala que tampoco es esto lo que sucede.

¿O es que las demoras de 25 minutos no se refieren a la llegada del tren sino al viaje en sí mismo? Es decir, que el tiempo total desde la partida del tren hasta su llegada a destino se vea incrementado en 25 minutos. Esta es la más complicada de las opciones. ¿Cómo saber dónde se demora el tren? ¿Sólo en un tramo o en todo su recorrido? ¿Cuánto afecta al viajero que se toma el tren por unas pocas estaciones? ¿Cuánto depende del tiempo total del viaje (no sería lo mismo tomarse el tren de Constitución a La Plata que el "vía circuito")?

CINCO. Y así suelo quedarme, naufragando en un mar de dudas del que no me puedo rescatar, mientras miro el reloj y calculo con cuánta demora llegaré a mis destino, con -si tengo suerte- mi trasero apoyado en las indiferentes chapas azules de los asientos de los trenes del Roca.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Sin recompensa

Resulta ser que estoy haciendo un posgrado en Derecho Penal en el que curso una materia relacionada con el holocausto judío de la 2º Guerra Mundial.

En mi afán de conocer sobre ciertos detalles del tema, me enteré que existió un diplomático sueco llamado Raoul Wallenberg, quien salvó a miles y miles de judíos húngaros de la persecución nazi, dándoles unos documentos especiales que señalaban que el portador estaba bajo la protección de la Embajada de Suecia y que no podía ser detenido por los soldados de Hitler. Cuando se le acabaron esas visas, no tuvo reparos en falsificarlas, con tal de salvar más vidas. Todo esto en un contexto en el cual Alemania presionaba fuertemente para que los judíos de toda Europa fueran entregados, bajo amenaza de represalias sangrientas.

En las historias y películas que uno se acostumbra a leer y ver desde chico, quien realiza un acto heroico como el que realizó Wallemberg, termina teniendo su recompensa: Quien devuelve el dinero encontrado que no le pertenece es compensado con una generosa retribución. El muchacho poco agraciado que le salva la vida a la mujer de sus sueños termina enamorándola.

Pero Wallemberg no tuvo su recompensa, justamente porque no es el personaje de una película sino que fue una persona real. Fue detenido y murió a manos del ejército soviético al ser confundido con un espía norteamericano.

Desde acá va mi homenaje a todos aquellos héroes cotidianos que realizan actos de ayuda a otros y nunca serán compensados por eso. 

En virtud de la extrema seriedad del post, me veo obligado a ponerle un toque de humor para matizar la cuestión.

Solamente Capusotto puede hacerme cagar de risa con un tema tan serio como el racismo:

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El juego de las 5 diferencias entre Florencio Varela y Belgrano

Continuando con mis típicas características extremistas (más allá de asesinar a miles de personas con un coche bomba) hace algunos días me mudé de Florencio Varela -uno de los barrios más pobres del conurbano bonaerense- al barrio de Belgrano -una de las zonas de la ciudad de Buenos Aires donde más impera la chetitud (¿o se dice “chetez”?)-

Por ello, y como hacía mucho que no posteaba por este abandonado espacio, decidí escribir sobre las diferencias en la vida cotidiana entre estos lugares.

 

ACTITUD DEL VARELENSE QUE PIERDE UN TREN: “¡La puta madre que lo parió! Siempre lo mismo con estos trenes de mierda. Ahora tengo que esperar que venga el otro dentro de 45 minutos.”

ACTITUD DEL BELGRANENSE QUE PIERDE UN SUBTE: “¡La puta madre que lo parió! Siempre lo mismo con estos subtes de mierda. Ahora tengo que esperar que venga el otro dentro de 4 minutos.”

 

UNA VEZ QUE SUBE AL TREN, EL VARELENSE ESCUCHA: “Disculpen la molestia, damas y caballeros, no tengo trabajo y tengo 5 hijos, por eso vengo a pedirles  una moneda”

UNA VEZ QUE SUBE AL SUBTE, EL BELGRANENSE ESCUCHA: “Disculpen la molestia, damas y caballeros, no tengo trabajo y tengo 5 hijos, por eso vengo a pedirles una moneda… a cambio de las dos canciones de música celta que les voy a tocar con mi violín”

 

NOMBRES DE PERROS VARELENSES: Pancho, Manchita, Bobby

NOMBRES DE PERROS BELGRANENSES: Douglas, Anubis, Brandon

 

DÍAS QUE DEBE ESPERAR UN VARELENSE A QUE LE INSTALEN INTERNET: 10 (y el técnico le dice “Tuviste suerte. Hay gente que la pidió hace un mes y todavía no fuimos”)

DÍAS QUE DEBE ESPERAR UN BELGRANENSE A QUE LE INSTALEN INTERNET: 1 (y el técnico le dice “Disculpame.  Te dijimos a las 10 y son 10:30hs”)

 

PELEAS ENTRE VECINOS DE VARELA: “Flaco, ¿podés bajar esa cumbia de mierda que no escucho la televisión de mi casa?”

PELEAS ENTRE VECINOS DE BELGRANO: “Flaco, ¿podés callar a tu caniche que estoy haciendo reflexología?”

 

¿Tan difícil será que alguna vez me toque vivir en un barrio normal? (lo sé, me estoy quejando de lleno, pero no sería yo si no me quejara)

sábado, 18 de octubre de 2008

Las Canciones de Nuestras Vidas II

Cuando me casé con mi marido él hizo un muy lindo video donde representábamos un poco nuestra vida; desde nuestros padres, el nacimiento…la infancia…la adolescencia…cuando nos conocimos, y año a año de novios. Como todo video debía tener sonido, una melodía que lo acompañe. Cada uno eligió para “su parte” de “su vida”, “su canción”; pero hete aquí que faltaba elegir posteriormente aquella que significara algo para los dos, una canción que hable de nosotros, que nos resuene y que nos guste a ambos.
Casi al unísono expresamos: una del calamar. Fue extraño ya que en general (o mejor dicho en particular) con él no nos caracterizamos por compartir el mismo estilo musical.

“Te Quiero Igual” de Andrés Calamaro o “El Calamar” como lo llamamos, representa no solo un momento muy especial de nuestras vidas, sino millones de momentos compartidos y no compartidos que nos hubiera gustado compartir también.
Sus metáforas representan en mí: un más allá de todo; el valor y la imponencia con que el sentimiento más humano y noble te da vuelta la vida y te transforma; te moldea e hipnotiza (al decir de Sigmund Freud); te desnuda; te mata; te desarma y te hace sufrir: “…pero igual te quiero…no me gusta esperar pero igual te espero, primero te quiero igual…”.
La versión en vivo es mi favorita y me desarmo cuando “El Calamar” agrega: “El día que me quieras no habrá más que armonía, endulzará sus cuerdas el pájaro cantor, florecerá la vida y no existirá el dolor”.

Amar implica un más allá de todo, no importa qué ni como; es, y ya. No importa como sea el otro o cuanto merezca nuestro amor, está, y ya. No importa cuanto querremos que desaparezca (o cuanto hagamos para esto), se impondrá nomás.

martes, 7 de octubre de 2008

Las canciones de nuestras vidas

Hace ya bastante tiempo, Facundo me propuso que hiciéramos un post en el que los autores de este blog (todos o algunos) subiéramos una canción que sea muy significativa para nosotros y que escribamos un breve texto explicando el porqué de su importancia. Él me pasó su texto y su canción. Recién ahora yo cumplo con mi parte, y lo subimos.

Una aclaración sobre lo que tal vez en primera instancia puede parecer un problema: los dos elegimos canciones interpretadas por la misma persona. Es lo que tiene ser amigos, a veces los gustos son muy parecidos...

Facundo:

Porque Verónica es el nombre de la primera mujer por la que lloré desconsolado. Porque -cuando escuchaba esta canción- me preguntaba si Calamaro no la habrá conocido y se habrá inspirado en ella, ya que describe su personalidad tal cual.
Porque hoy en día estoy tan lejos de estar enamorado de alguien que me pregunto cómo hice para sentir algo tan noble alguna vez y si en alguna parte de mi interior aún existe esa capacidad.
Porque la canción tiene una poesía increíble, profunda y existencial, capaz de helar la sangre.
Y porque en ella está la frase que mejor describe mis momentos de tristeza: “La vida es una cárcel con las puertas abiertas”. Y también la frase que mejor representa el optimismo del cambio: “Borrar con la mano lo que ayer escribió con el codo”.
Por todo eso, Media Verónica es mi elegida.



Cristian:

No me resultó fácil elegir una canción, porque creo que no tengo una canción especial, sino unas cuantas, y ninguna se destaca particularmente sobre las otras. Pero "Todavía una canción de amor" terminó imponiéndose. Me parece una canción hermosa, por su poesía y su melodía, y además me remite a un momento especial de mi vida, cuando era adolescente, terminaba la secundaria, terminaba una etapa y comenzaba otra... Es una época que recuerdo con muchísimo cariño, me recuerdo rodeado de gente querida, pasándola bien, soñando y proyectando muchas cosas para el futuro. Algunas se cumplieron y muchas no... Pero de eso se trata la vida. Quizá porque el corazón se aferra a lo perdido, porque los ojos que no ven miran mejor. O porque las únicas deudas que valen la pena son aquellas imposibles de pagar. Porque todos, siempre, le debemos a alguien, al menos a una persona en el mundo, una canción de amor...

lunes, 22 de septiembre de 2008

Víctor Lustig, estafador

Rodolfo Walsh escribió que tardó dos años en escribir el cuento “Esa mujer”. Pero no trabajó durante dos años para terminarlo: lo comenzó un día y no lo volvió a tocar hasta otro día dos años después, cuando lo finalizó. Del mismo modo, el acto que tal vez justificara la vida de Víctor Lustig duró dos meses. Pero no se extendió a lo largo de esos dos meses: duró el día de su comienzo y el día de su fin.

Lustig nació, como Kafka, en tierras del imperio austro-húngaro que años más tarde serían parte de Checoslovaquia, en 1890. Fue un hombre culto, desvergonzado, llegó a tener veinticinco identidades y a hablar cinco idiomas y desde los diecinueve años lució en el mentón izquierdo una cicatriz, a causa de que un hombre se enteró de que Lustig mantenía relaciones con su esposa. En 1925 tuvo la brillante y descomunal idea de vender la torre Eiffel, y lo hizo dos veces.

Ya instalado en Estados Unidos, se entrevistó un día con Al Capone. Su falsa fama de hábil operador bursátil e inversionista había llegado a oídos del gángster, quien aceptó recibirlo. Después de un breve diálogo, Capone le dio un fajo con cincuenta billetes de mil dólares.

-Son todos mis ahorros -dijo-. Espero que tengan familia.
-Tendrán hijos varones -respondió Lustig.

Volvieron a entrevistarse dos meses después. El semblante de Lustig era de pesadumbre. Dijo que había perdido todo el dinero; reconoció su fracaso. Capone, como quien habla del clima, comenzó un discurso en el que se refirió a las distintas maneras de torturar a un hombre, del tiempo que un verdugo hábil podía llegar a extender la agonía.

-Defraudé su confianza -interrumpió Lustig-. Pero voy a devolverle su dinero porque no soy un miserable. Envíe a uno de sus hombres para que me acompañe al banco y retiraré dinero de mi caja de seguridad para usted.

Minutos después, Lustig le devolvió al gángster sus cincuenta de los grandes. Nunca mejor empleado el posesivo: le devolvió los mismos cincuenta billetes que Capone le había dado dos meses antes. Nunca los había invertido en ningún lado. Habían pasado una temporada en una caja de seguridad.

-Ahora sí que estoy definitivamente arruinado -dijo Lustig.

Al Capone, mirando de reojo, separó cinco billetes y se los dio como “ayuda”.

Toda la farsa de Lustig tuvo su cenit en ese instante. La representación había sido una preparación para llegar al momento cúspide en que el capo de la mafia se conmoviera y cediera una porción de su fortuna. Fortuna que jamás había estado en riesgo.

Meterse con Al Capone en la Chicago de los años 30 no era un juego de niños; prometerle cincuenta mil dólares que se tenía la seguridad no existirían jamás era temerario. ¿Cuántos hombres serían capaces de poner en juego la vida y prometer fortunas para quedarse apenas con un vuelto? Bueno sería que los villanos de pacotilla de nuestro tiempo, que pretenden -y tantas veces, obtienen- negocios con riesgo mínimo y regalías fabulosas, aprendan de Lustig. Porque sin duda hay un trasfondo de nobleza en la actitud de quien es capaz de poner en juego cosas tan grandes por ganancias tan pequeñas, como quien escribe horas y horas con el solo fin de tener la satisfacción de haber escrito, como quien promete la Luna y el Cielo y las Estrellas nada más que por una sonrisa o por un instante de felicidad, como el héroe dolinesco que tiene la precaución de ser una buena persona y aprender a tocar el piano y convertirse en héroe y estudiar las ciencias y lavarse los dientes y ser considerado y tierno y renunciar a los empleos nacionales, sólo para que saber, cuando una mujer hermosa lo rechace, que ha sido víctima de una injusticia.

En la tragedia de Lustig se presentó la inexorable hýbris de quienes no saben morirse jóvenes. Una ambición desmesurada lo llevó a falsificar 134 millones de dólares y terminó en Alcatraz con una condena de veinte años de cárcel. Murió en 1947 de una neumonía.

viernes, 12 de septiembre de 2008

El bondi y yo

Por la suma de $1,50.- la línea de colectivos 148 (“El Halcón”, para los íntimos) une Plaza Constitución con el centro de Florencio Varela en aproximadamente una hora y quince minutos.
Utilizan sus servicios miles de personas por día, desde los que bajan en Varela hasta los que van a otros lugares del sur del conurbano, como Avellaneda, Bernal o Quilmes.
A partir de las 5 de la tarde, Plaza Constitución comienza a atiborrarse de personas que hacen las filas para tomarse los distintos ramales del 148, filas que pueden llegar a una longitud de 100 metros, ya que en hora pico el servicio es de un colectivo cada 20 minutos. Esto significa que –muchas veces- uno debe dejar pasar 2 o 3 colectivos para poder entrar en uno.
Hasta acá una síntesis del servicio brindado por esta línea de colectivos del cual podemos responsabilizar a la empresa. Pero a continuación noten qué clase de personas viajan en ella:
Existe en Plaza Constitución una casilla en la que expenden los boletos en forma manual, lo cual es un servicio muy loable para los que no cuentan con monedas. Es decir que ahí uno puede ir con un billete de 2 pesos, le dan el boleto y 50 centavos de vuelto, mientras se apresta para ir al último lugar de la fila de 100 metros de la que ya les hablé para subir al colectivo. Por supuesto que –mientras uno perdió tiempo sacando el boleto en forma manual- la fila de espera del colectivo se fue acrecentando, “serán personas que tienen monedas para sacar el boleto por máquina expendedora” piensa uno en su más absoluta inocencia. Lo cierto es que uno llega a la fila con su boleto conseguido en la casilla y, las mismas personas que están delante, se dan vuelta y le dicen al de atrás “voy a sacar el boleto a la casilla, cuidame el lugar”. Es decir que los hijos de re mil perra se ponían en la cola de espera del bondi sin tener monedas, adelantándose a los estúpidos como yo, que hacen una fila previa para sacar boleto y después pretenden quedarse con el lugar conseguido en forma ilegítima para ir a sacar el boleto a la casilla. Es obvio que uno está atrás de ellos en la cola sencillamente porque antes estaba sacando el boleto, que es lo mismo que debieron hacer ellos.
Esta es una lamentable práctica que ya se hizo costumbre en los usuarios del 148 y, ante esto, quiero saber qué les parece que tengo que hacer. Acá van las opciones:
a) Tenés que sumarte a la práctica de ellos y garcarles el lugar a los giles que hacen las cosas como corresponden. Además, como abogado, deberías saber que la costumbre es una de las fuentes de la ley y esto ya es una costumbre.
b) Tenés que decirles que no le cuidás el lugar ni en pedo y que si quieren ir a sacar boleto a la casilla, que después se pongan al final de la cola como hiciste vos (cabe aclarar que esta opción incluye la alta posibilidad de irse a las manos)
c) Tenés que llevar varios bidones de nafta e incendiar Plaza Constitución en un fuego purificador.
Espero ansioso sus sugerencias, las cuales en modo alguno pueden incluir “tomáte el tren”. Quien diga eso, nunca en su vida se tomó el Roca.
Otra cosita ¿ustedes creen que esto de aprovecharse del otro en pequeñas cosas es lo que nos lleva a estar mal como sociedad en los grandes aspectos o no tiene nada que ver?
Por la suma de $1,50.- la línea de colectivos 148 (“El Halcón”, para íntimos) une Plaza Constitución con el centro de Florencio Varela en aproximadamente una hora y quince minutos.
Utilizan sus servicios miles de personas por día, desde los que bajan en Varela hasta los que van a otros lugares del sur del conurbano, como Avellaneda, Bernal o Quilmes.
A partir de las 5 de la tarde, Plaza Constitución comienza a atiborrarse de personas que hacen las filas para tomarse los distintos ramales del 148, filas que pueden llegar a una longitud de 100 metros, ya que en hora pico el servicio es de un colectivo cada 20 minutos. Esto significa que –muchas veces- uno debe dejar pasar 2 o 3 colectivos para poder entrar en uno.
Hasta acá una síntesis del servicio brindado por esta línea de colectivos del cual podemos responsabilizar a la empresa. Pero a continuación noten qué clase de personas viajan en ella:
Existe en Plaza Constitución una casilla en la que expenden los boletos en forma manual, lo cual es un servicio muy loable para los que no cuentan con monedas. Es decir que ahí uno puede ir con un billete de 2 pesos, le dan el boleto y 50 centavos de vuelto, mientras se apresta para ir al último lugar de la fila de 100 metros de la que ya les hablé para subir al colectivo. Por supuesto que –mientras uno perdió tiempo sacando el boleto en forma manual- la fila de espera del colectivo se fue acrecentando, “serán personas que tienen monedas para sacar el boleto por máquina expendedora” piensa uno en su más absoluta inocencia. Lo cierto es que uno llega a la fila con su boleto conseguido en la casilla y, las mismas personas que están delante, se dan vuelta y le dicen al de atrás “voy a sacar el boleto a la casilla, cuidame el lugar”. Es decir que los hijos de re mil perra se ponían en la cola de espera del bondi sin tener monedas, adelantándose a los estúpidos como yo, que hacen una fila previa para sacar boleto y después pretenden quedarse con el lugar conseguido en forma ilegítima para ir a sacar el boleto a la casilla. Es obvio que uno está atrás de ellos en la cola sencillamente porque antes estaba sacando el boleto, que es lo mismo que debieron hacer ellos.
Esta es una lamentable práctica que ya se hizo costumbre en los usuarios del 148 y, ante esto, quiero saber qué les parece que tengo que hacer. Acá van las opciones:
a) Tenés que sumarte a la práctica de ellos y garcarles el lugar a los giles que hacen las cosas como corresponden. Además, como abogado, deberías saber que la costumbre es una de las fuentes de la ley y esto ya es una costumbre.
b) Tenés que decirles que no le cuidás el lugar ni en pedo y que si quieren ir a sacar boleto a la casilla, que después se pongan al final de la cola como hiciste vos (cabe aclarar que esta opción incluye la alta posibilidad de irse a las manos)
c) Tenés que llevar varios bidones de nafta e incendiar Plaza Constitución en un fuego purificador.
Espero ansioso sus sugerencias, las cuales en modo alguno pueden incluir “tomate el tren”. Quien diga eso, nunca en su vida se tomó el Roca.

lunes, 18 de agosto de 2008

Presentamos la Copa "Teoría del Chancho"

Apenas nos enteramos de que Clarín volvía a lanzar su mítico "Gran DT" -como no podía ser de otra manera, aggiornado a los tiempos: por internet-, miles de personas sentimos renacer un cierto espíritu entre ingenuo y apasionado y adolescente, y mentalmente nos pusimos a pensar en jugadores, estrategias, a recordar cuando elegíamos a Trotta y a Pedro Barrios porque eran defensores que metían muchos goles, cuando éramos tan felices porque el jugador que habíamos puesto casi por completar el equipo con la guita que nos quedaba era la figura de la cancha...

Bueno, la cuestión es que retorna El Gran DT, y este blog creó el torneo de amigos Copa "Teoría del Chancho", que dirimirá al mejor director técnico de entre quienes frecuentamos este cochino espacio. Por el momento, el torneo cuenta con dos equipos: Club Atlético Cementerio Académico, de Facundo Salvatore, y Varela Fútbol Club, de quien escribe estas líneas. Y por medio de este post invitamos a todos los que quieran participar y competir con nosotros; el que esté interesado, que deje un comentario o nos mande un mail, y le diremos cómo sumarse.

¡Y que viva el fóbal!

sábado, 9 de agosto de 2008

200 años

Las grandes ciudades del mundo tienen un monumento que las identifican.
New York tiene a La Estatua de la Libertad, Roma al Coliseo, Sydney a su majestuoso Teatro de la Ópera y Florencio Varela –lugar en el que habito- posee esta maravillosa obra arquitectónica:


Ustedes se preguntarán qué demonios es eso. Se trata de un monumento cuyo reloj digital contabiliza la cantidad de días que faltan para el 9 de julio del año 2016, día en que nuestra Nación cumplirá 200 años de independencia.

¿Y para qué sirve? Esteeemmm… para nada, pero seguramente el día en que ese contador digital esté en cero, todos los varelenses nos reuniremos a sus pies para festejar el bicentenario de nuestro país junto con el Intendente que nos gobierne en aquél entonces (que, dicho sea de paso, seguramente será el mismo de ahora, ya que ocupa su cargo desde el año 1991).
¿Y por qué mejor no programan el contador para el 25 de mayo del 2010, que se cumplen 200 años de la Revolución de Mayo y no se corre el riesgo de que se arruine el monumento durante todo este tiempo? Esteeemmm… seguramente porque la Revolución de Mayo no fue más que una revolución de burgueses y no del verdadero pueblo. Creo que debe ser por eso.
¿Y porqué instalar ese monumento ahora, cuando todavía faltan 8 largos años para el día del festejo y se corre el riesgo de que el contador se rompa? Esteeemmm… creo que me están llamando.
¿Y qué sentido va a tener ese contador después del 9 de julio del 2016? Facundo, el que no se hequiboca, aparece como desconectado y puede que no conteste.

sábado, 2 de agosto de 2008

Parecidos dolorosos

En España hace mucha gracia la palabra “chancho”, porque no la conocen: sólo usan la palabra “cerdo” para referirse al animal que es una deidad para este blog. El cuento se llama “Los tres cerditos”, si alguien hace algo asqueroso los demás dicen “qué cerdo eres” y no hay sinónimos para llamar al guarda del tren. Bueno, en realidad la lista de cosas que se llaman de distinta forma sería casi interminable. Por ejemplo, a los Muppets los llaman “los Teleñecos” y la Rana René se llama “Rana Gustavo”. La que sin embargo se llama igual es Piggy, que es –por motivos que no hace falta explicar– el muppet preferido de este blog.

Al pensar en la señorita Piggy recuerdo a una ex compañera de trabajo, muy bonita ella aunque descontenta con lo muy respingado de su nariz. Es que esta característica causó, durante los años de su infancia y adolescencia, que sus compañeros de escuela la cargaran por su parecido con la chanchita de los Muppets. Esta chica admitía tener una especie de trauma por todas las cargadas recibidas, y Piggy era, sin dudas, una enemiga.

Eso me hizo pensar qué comparaciones con personajes de ficción me habían herido a mí, más allá de no haberse transformado en un trauma ni mucho menos. Y recordé que alguna vez me dijeron que me parecía a Shaggy, el flaquito amigo de Scooby Doo. Y que quienes allí estaban se rieron mucho con la comparación. Y que a mí no me gustó nada.

Sé que –TVR mediante– está bastante trillado el tema de los parecidos, pero se me ocurrió preguntarles a los lectores de este blog (y también a sus demás hacedores, por supuesto):

¿Qué parecido con un personaje de ficción les dolió alguna vez, o les sigue doliendo?

domingo, 20 de julio de 2008

Se vende Facu (buen estado, facilidades de pago)

"Estos son mis principios,
y si no le gustan, tengo otros"
(Groucho Marx)

Viene siendo un tiempo personal en que estoy vendiendo todos y cada uno de mis ideales. Vean de qué hablo:

Ejemplo 1:

*Facu, durante el último año: “Ni en pedo vuelvo a llamar a X. Está completamente loca. Es una histérica con la que no se puede disentir en nada. ¡Nunca más quiero saber de ella!”
*Facu, hace pocos días: “(ring, ring) Hola, ¿X? Quería saber cómo estabas… ¿no tenés ganas de que nos veamos?”

Ejemplo 2:

*Facu, durante toda su carrera de abogacía en la U.B.A.: “Yo nunca estudiaría en una universidad privada. En la U.B.A. la calidad del aprendizaje se debe a que los profesores no están obligados a aprobarte para que vos puedas seguir pagando la cuota. Si yo estudiara en una universidad privada y aprobara un examen, siempre me quedaría con la duda de si aprobé porque sabía o porque quieren que les siga pagando”.
*Facu, la semana pasada: “(ring, ring) –Universidad de Palermo, buenas tardes. –Sí, ¿qué tal? Estaba interesado inscribirme en el posgrado en derecho penal”.

Ejemplo 3:

*Facu, durante toda su adolescencia: “No entiendo qué es lo que le encuentran de divertido a ir a un boliche. Tenés que esperar como una hora para entrar, te empujan, te pisan, el volumen de la música no te deja escuchar lo que dice la persona que está al lado y tenés que andar sufriendo toda la noche la presencia de minas que nunca en la vida te van a dar bola”.
*Facu, ayer: “- Facu, ¿vamos a bailar a “El Bosque”? - ¡Buenísimo, vamos!”


Cambiar de opinión es una señal de que uno no está estancado en la misma clase de pensamiento y que estamos abiertos a admitir que no siempre tenemos razón.

Lo confieso: El parrafito de arriba es sólo una excusa para mitigar la sensación de culpa de traicionarse a sí mismo.