Esta historia se remonta al año 1986.
Estaba yo en casa de una tía materna y por razones que no recuerdo exactamente, ella se fastidia conmigo y como método de penitencia decide encerrarme en su baño.
Fue horrible. Estuve allí llorando largo rato pidiendo por mi mamá (quien trabajaba durante todo el día, y casi no podía compartir su tiempo conmigo) hasta que fui “liberada”.
Hoy los recuerdos son difusos: un inmenso inodoro blanco y amenazante (al menos desde mi apreciación), lavatorio y azulejos celestes, componían el contexto. No sé como ni cuando caí a colación que no podía entrar a un baño y cerrar la puerta, ni siquiera al mío. Tuve 12 años y cuando viajaba a Santiago del Estero (con 16 horas de viaje sentada en un micro) tenía que aguantarme las ganas de orinar y defecar; y si era inminente la situación tenía que solicitar la compañía de alguien dentro del baño, incluso la de mi padre. Con el pasar del tiempo mis temores fueron desapareciendo, y todo aquello es solo un recuerdo.
Algo significativo es que por un motivo u otro las personas (sobretodo las mujeres) transitan por diversos sanitarios a lo largo del día. Tales sanitarios no tan “sanos” que digamos pero bien dice la frase: “…la necesidad tiene cara de hereje…” y uno se aventura: “…hace de tripa corazón…” para utilizar las instalaciones. Nunca debemos olvidar la moneda, por que sino corremos el riesgo de quedarnos sin papel higiénico o sin poder echar (aunque sea) un balde de agua luego de hacer clase 2; estas son solo algunas de las consideraciones a las que uno se debe abstener al momento de “ir al baño”.
Particularmente, suelo ser una persona que diariamente va innumerables veces al baño, miles que hasta perdí la cuenta; tanto que de vacaciones quienes comparten conmigo esos momentos me preguntan acerca del tema y hasta indagan sobre las características del baño que he utilizado casualmente. Me fue propuesto fotografiar tales espacios, ya que son de una diversidad incalculable; no pudiéndose reducir a espacios secundarios en la vida, dicen por ahí que tanto las mejores como las peores historias suceden en los baños, allí: se lee, se sueña, se escucha música, hay quienes toman mate (y no es chiste), quienes dibujan, quienes sufren y quienes se esfuerzan. También encontramos cosas extrañas: escrituras absurdas, escrituras poéticas y literarias, novedades, expresiones graficas de todo tipo.
Aquí particularidades registradas en mis experiencias:
Estaba yo en casa de una tía materna y por razones que no recuerdo exactamente, ella se fastidia conmigo y como método de penitencia decide encerrarme en su baño.
Fue horrible. Estuve allí llorando largo rato pidiendo por mi mamá (quien trabajaba durante todo el día, y casi no podía compartir su tiempo conmigo) hasta que fui “liberada”.
Hoy los recuerdos son difusos: un inmenso inodoro blanco y amenazante (al menos desde mi apreciación), lavatorio y azulejos celestes, componían el contexto. No sé como ni cuando caí a colación que no podía entrar a un baño y cerrar la puerta, ni siquiera al mío. Tuve 12 años y cuando viajaba a Santiago del Estero (con 16 horas de viaje sentada en un micro) tenía que aguantarme las ganas de orinar y defecar; y si era inminente la situación tenía que solicitar la compañía de alguien dentro del baño, incluso la de mi padre. Con el pasar del tiempo mis temores fueron desapareciendo, y todo aquello es solo un recuerdo.
Algo significativo es que por un motivo u otro las personas (sobretodo las mujeres) transitan por diversos sanitarios a lo largo del día. Tales sanitarios no tan “sanos” que digamos pero bien dice la frase: “…la necesidad tiene cara de hereje…” y uno se aventura: “…hace de tripa corazón…” para utilizar las instalaciones. Nunca debemos olvidar la moneda, por que sino corremos el riesgo de quedarnos sin papel higiénico o sin poder echar (aunque sea) un balde de agua luego de hacer clase 2; estas son solo algunas de las consideraciones a las que uno se debe abstener al momento de “ir al baño”.
Particularmente, suelo ser una persona que diariamente va innumerables veces al baño, miles que hasta perdí la cuenta; tanto que de vacaciones quienes comparten conmigo esos momentos me preguntan acerca del tema y hasta indagan sobre las características del baño que he utilizado casualmente. Me fue propuesto fotografiar tales espacios, ya que son de una diversidad incalculable; no pudiéndose reducir a espacios secundarios en la vida, dicen por ahí que tanto las mejores como las peores historias suceden en los baños, allí: se lee, se sueña, se escucha música, hay quienes toman mate (y no es chiste), quienes dibujan, quienes sufren y quienes se esfuerzan. También encontramos cosas extrañas: escrituras absurdas, escrituras poéticas y literarias, novedades, expresiones graficas de todo tipo.
Aquí particularidades registradas en mis experiencias:
Escrituras...
Cestos de basura...
La colaboración...
Las instalaciones...